lunes, 16 de septiembre de 2013

La Rutina

Yo no sabía que llora cuando me despido, lo supe cuando antes de entrar a la casa tuve que detenerme porque se me hizo un nudo en la garganta, él tenía la mano sobre los ojos y alcance a escuchar sus sollozos.

Tiene una rutina perfeccionada en cada uno de los días del lustro que está por cumplir así, en esa condición. Un puñado de costumbres que ya es imposible dejar, una verdadera rutina que lo amarra a la vida, que le da fuerza para continuar.

Creo comprenderlo, la obsesión es su vigor, es la energía poderosa para ir de un lado a otro; exigir y controlar se han convertido en el motor para vivir con la seguridad de que el día es igual al de ayer y al que le sigue, llegará la noche y un nuevo amanecer y no habrá sorpresas ni interrupciones, ni muerte tocando a su puerta.

Los minutos pasan, mira el reloj, es casi la hora, sabe lo que viene, es como predecir el futuro mientras espera que un día también suceda lo extraordinario, se cumpla algún deseo, recobre un sueño, se encuentre frente a frente con una ilusión o simplemente lo olvide todo.

Cada día, en una rutina con horarios y rituales establecidos. No, no es fácil entender, tampoco vivir alrededor de su vida que se acaba. Él llora, yo lloro, él se limpia las lágrimas, yo limpio las mías.

Miro las ruedas, grabo la imagen total en mi memoria, el sol, su sombra en el agua tan clara, las palmeras y el suave viento que lo acaricia, lo deja, me alcanza y me acaricia a mí también...  y sigo con el plan.


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